lunes, 5 de octubre de 2015

El último recurso.


Ilustración de Ricardo Cie (@panamayor)

Ocurrió ayer a las 6 de la tarde en la calle Lamartine esquina con Homero. Un policía de tránsito insistía en ponerle una multa a una señora que supuestamente había cometido una infracción. El marido de la mujer, desde el puesto del copiloto, baja del auto para intentar negociar con el uniformado. Le intenta explicar, convencerlo, evitar que la injusticia sea consumada, pero el policía está dispuesto a hacer gala de su poder. La mujer se harta de esperar el desenlace sentada detrás del volante, hace ademán de bajarse también del carro, el marido la ataja desde el otro lado del parabrisas haciendo gestos como de portero con ambos brazos extendidos a punto de atajar un penal. Entonces el marido se gira hacia el policía y le suelta una última carta, la más rara de todas, también la más honesta y temible de su arsenal: “mire, usted está a punto de enfurecer a mi señora; no se lo recomiendo, se lo digo yo que en eso tengo años de experiencia”.